La vida, como amalgama de orígenes y vivencias, conduce al artista a encontrar, en la escultura, el mejor medio de fundir su carga intelectual, emotiva y afectiva.
El proceso laborioso y sufrido que conlleva el dominio del bronce se ajusta a su carácter reflexivo y tenaz. Meses de trabajo, pedazos de una vida quedan eternizados en el metal amigo.
Los bronces de Castro Flórez, reunidos, conforman un universo humano, casi siempre anónimo, de formas taladradas y nervio tenso. El gesto patético o el escorzo dramático se entreveran con la suave incurvación poética, la silueta alada y el melancólico rasguear de la guitarra.
Con un lenguaje plástico de tendencias geométricas enfrentadas a hondos vacíos, busca el escultor que el aire complete las formas insinuadas: un logrado intento de unir materia y espacio. El espectador contempla la fuerza de los fenómenos interiores de la materia y recibe el mensaje expresivo con estremecimiento.
En la línea expresionista del Picasso escultor, de Gargallo y de Julio González se escribirán las mejores páginas de las vanguardias españolas. Y es en ese terreno donde se sitúa gran parte del trabajo de Jorge Castro Flórez, aportando a su vez unas evocaciones sensuales y expresivas adquiridas en su experiencia americana.
En resumen, una exposición que es testimonio de la trayectoria de un artista vital, atento observador de las miserias y las alturas del alma humana. Un hombre que sometió el bronce a la obediencia de ser el mensajero de su experiencia solidaria y solitaria, generosa y tierna, sufrida pero esperanzada.
Marcos Rodríguez Herrera
Grupo de Artes de la Casa de las Américas - Alicante